Los peligros del fundamentalismo
En los últimos años Darwin y la evolución son el frente de lucha de los partidarios de la ciencia, por un lado, y la derecha tradicionalista, principalmente cristiana evangelista. En diferentes estados norteamericanos, como Kansas, Alabama o Georgia, la biología científica, la evolucionista, se tiene que explicar en los colegios como una teoría en igualdad de condiciones que las explicaciones de la Biblia: el llamado "creacionismo". Pero, ¿hay una divergencia en el plano científico que justifique estas políticas? Lo que se suele seguir llamando "teoría de la evolución" es el único marco teórico científico en el que se pueden entender los descubrimientos en biología (tanto zoología como botánica, pero también biología molecular, genética, o biología evolutiva), en paleontología o antropología. Aunque el "juicio del mono", en el que resultó condenado John Tomas Scopes, un profesor en Tennesee que enseñaba la evolución, fue en 1925, la situación parece repetirse y retrotraerse a la primera controversia que las ideas de Darwin y Wallace generaron en la Inglaterra victoriana del XIX. La evolución es no solamente una teoría, sino un hecho suficientemente demostrado en la naturaleza y en el laboratorio. Tan demostrado como que la Tierra tiene unos 4.500 millones de años de edad, que la vida nació en ella hace más de 3.600 millones de años y que los organismos pluricelulares tienen más de 800 millones de años de antigüedad. Como teoría, parte del darvinismo, de la idea de la selección natural como fuerza que moldea el cambio de las especies. La biología molecular permitió establecer el mecanismo de acción de la evolución, cómo operan los genes, sus expresiones (el fenotipo) y las poblaciones. Desde la publicación de "El origen de las especies", en 1859, las teorías evolutivas han ido evolucionando "valga la redundancia- para proporcionar la llamada Síntesis Moderna, en la que se desarrollan las ciencias biológicas. Quienes se oponen a su enseñanza suelen contraponer el llamado "creacionismo científico" que en esencia significa que el texto de la Biblia cristiana es una verdad científica, un recuento exacto de hechos reales que sucedieron. No es realmente ciencia, como hacía notar el paleontólogo Stephen Jay Gould: "puedo imaginar observaciones y experimentos para comprobar si es falsa cualquier teoría evolucionista que conozca, pero no sé qué datos potenciales podrían conducir a los creacionistas a abandonar sus creencias". Por ejemplo, muchos cristianos fundamentalistas creen que el Universo fue creado el 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo. Hay evidencias, en los registros fósiles de la Tierra, que tienen mucha más edad que el Universo. Pero un creacionista dirá entonces que Dios creó esos fósiles en el 4004 con la apariencia de que fueran anteriores. Otros creacionistas propondrán que los métodos de datación son incorrectos, o que los estratos no pueden contar la historia de la vida. Dentro de los ataques, algunos llegan a presentar huellas (como las del río Paluxy, en Texas, EEUU) en las que parecen cohabitar humanos modernos y dinosaurios. A pesar de que ningún paleontólogo serio cree que tales huellas correspondan a pies o manos humanos (o que aparezcan hasta herramientas fosilizadas, como el martillo de London, Texas!!!), los creacionistas siguen aireando esto como prueba de que la evolución miente. Por el contrario, cada día se están publicando estudios que confirman diferentes aspectos de las teorías evolutivas, como predicen las teorías científicas que, sin embargo, y por razones políticas, son atacadas por la mayoría moral estadounidense. Porque, conviene recordarlo, religión y política se dan la mano en este resurgir del fundamentalismo religioso, una práctica que está siendo ya exportada a otros países, especialmente en Sudamérica.
Los pensamientos creacionistas sostenidos por los fundamentalistas de la derecha, si bien se escudan detrás de la religión, tiene un trasfondo mucho más oscuro y grave, es una cuestión política y económica, que se utiliza para someter y manipular a los ciudadanos por medio de su fe y creencias sagradas.
Existe detrás de todo esto unas razones muy peligrosas relacionadas con la educación y la alfabetización científica - tecnológica del pueblo, que atentan contra la democracia y la libre elección de los ciudadanos en temas relacionados con su bienestar, su salud y el medioambiente. Al no enseñar evolución se niegan las bases de la investigación genética y la biotecnología, el conocimiento científico va a pasar a pertenecer a unos pocos privilegiados. Ese conocimiento en manos de unos pocos que van a ejercer el poder, tiene ya un alto valor económico. Sabemos de empresas privadas que patentan genes y medicamentos obtenidos biotecnológicamente, manipulando seres vivos genéticamente; y el ciudadano, quien es el usuario de esos medicamentos, alimentos y demás productos genéticamente modificados, no podrá decidir, protestar, requerir, votar en pos de su defensa. El pueblo perderá el control de las políticas científicas, las multinacionales y las empresas económicamente poderosas definirán qué investigar, si conviene o no económicamente investigar para sacar la vacuna del sida, o crear nuevas variedades de soja, etc. La manipulación de virus y bacterias, no tiene nada de creacionista, en los laboratorios se estudia como mutan y evolucionan estos microorganismos y en la actualidad se puede intervenir en esa evolución. Al negar este hecho, se niega la ciencia y al tener la población ignorante se pierden los controles democráticos, unos pocos, con gran poder económico decidirán cosas tan importantes como la salud, el medioambiente, el futuro de la humanidad, la evolución de la vida del planeta Tierra de aquí en adelante. Porque creámoslo o no, la evolución sigue su curso a pesar de la humanidad y sus creencias.
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Para sustentar su opinión, los creacionistas nos regalan afirmaciones descabelladas sin ningún dato al canto, como que el hombre convivió con los dinosaurios, que la Tierra no puede tener 4.500 millones de años ni el universo puede tener 15.000 millones de años y que la extinción de los dinosaurios se debió al diluvio (dicho de otro modo, Noé decidió no hacerle caso a su dios y no se le dio la gana meter en su arca parejas de basilosaurios, apatosaurios, velociraptors, hadrosaurios, diplodocos, ceratopsios y las demás variedades que forman los miles y miles de especies de dinosaurios). El brillante físico Wolfgang Pauli dijo de las teorías tan desprovistas de comprensión y tan mal definidas que "ni siquiera están equivocadas". La frase se aplica perfectamente a mitociencias como la patraña creacionista, que desprecia tantísimos aspectos del conocimiento humano y es tan extravagante e irracional que asombra a quienes se asoman a ella. Tratar de demostrar que está simplemente "equivocada" es como tratar de convencer a un paranoico de que nadie lo persigue o darle un curso de teoría de las probabilidades a un ludópata. La única base del creacionismo es el fundamentalismo protestante. Las distintas iglesias protestantes son continuas productoras de talibanes cristianos, y vaya usted a saber por qué los católicos de otros países se apuntan a todas esas loqueras.